Estabas tan calmado...
Me has dejado abrazarte, me dijiste que no hacía falta ayuda que no querías que me manchara.
No me llamaste inútil ni me dijiste que solo estaba molestando ni que sin mi lo harías más rápido, que soy gafe, que maldito el día que saliste de casa, que para que viajarías conmigo, que tenías que haberte quedado en el sofá...
no,
te conformaste, apretaste el gato, te di la rueda de repuesto y seguimos el viaje cantando y acariciándonos el brazo.
Nunca me habían transmitido tanta paz.
Seguimos el viaje como si nada,
te miraba mientras fumabas y creo que tenía las pupilas gigantes, porque me deslumbraba un poco más el sol.
Te miraba y no podía parar de hacerlo,
ni siquiera quería que lo hicieses de vuelta,
pero muchas veces lo hacías y me sonreías
“¿Qué miras?” “Lo guapo que eres”
y te volvías a reír y mirabas hacia la carretera.
Íbamos hablando de lo bonitos que son los pueblos perdidos en medio en los montes, que nos encantaría vivir perdidos por allí, nos gustan incluso las mismas casas.
Luego puse una canción que me vino a la cabeza,
de esas que pongo en grupos grandes de gente y nadie se sabe nunca, me miraste y dijiste que era de tus canciones favoritas y que también tenías otra de ese disco,
escribí “A...” para poner una nueva porque esa ya estaba acabando y dijiste que tu canción era “Amelie”.
Nunca,
jamás,
en la vida,
sentí que alguien podría hacerme sentir más alguien.
Es decir,
cuando pongo esa música me siento única y no me acaba de disgustar del todo, pero has llegado tú y me has demostrado que existo
y que somos iguales o por lo menos parecidos.
No creo en el destino,
pero me cuesta no hacerlo contigo.
Me pase un mes preguntándome que había sido de ti,
traté de encontrarte en las redes sociales...
eres de otra ciudad,
cómo me ibas a aparecer aquí en Tinder.
Tinder que ambos nos pusimos de casualidad para reírnos y hablar con gente, porque somos tan tímidos que no podríamos quedar con nadie,
pero nosotros ya nos conocíamos.
Desde el primer día tuve buenas vibraciones contigo.
Hoy en el coche te dije que no creía en el destino,
pero a veces a Vicky la cuento que creo que tenemos besos con gente ya predestinados,
entonces en cierta forma si que creía en ti.
Hablamos de que el universo había querido cruzarnos,
si no hubiese una pandemia,
ninguno de los dos estaría en Tinder
y alomejor nos habríamos encontrado en el Riverland,
o en Palencia, o en León,
o alomejor un día casi me atropellas con el coche,
o nos cruzamos de fiesta y te hablo borracha,
o Vicky habla a Javi por Tinder y nos presentáis,
o estudio de lo que tú trabajas,
o te tengo que hacer una radiografía del brazo,
o vuelvo a mi pueblo y apareces con Jesu,
o mi hermano te compra el coche,
o mi tío coincide contigo y nos presenta,
o coincidimos un día en Saldaña,
o llevo mi coche a tu taller,
o soy guarda de los árboles que plantas,
qué más da,
íbamos a acabar juntos.
Estoy tan feliz de poder decirte esto
y que me digas
“¿De verdad piensas en todas las formas que podríamos haber tenido de juntarnos?” y decir que si,
que nunca me habían hecho tan feliz,
que nunca me había sentido así,
que me has hecho un hueco en tu casa
y tú te has hecho uno en la mía,
eres lo que quiero y lo que quería
y por eso te quiero, Pablo,
¡me has tocado la lotería!
No hay comentarios:
Publicar un comentario