jueves, 14 de noviembre de 2024

 Siguen sin querer tus colmillos en alguna parte de mi cuerpo clavados y se inventan la sensación que encontraron en otras manos y en un bosque lleno de sombras vi tu pecho que parecía buscarme y había dos corazones parados donde uno era el tuyo. El alma que teníamos a los pies, la tuya se desprendía y buscaba un recipiente donde meterse para después ir a buscarme y encontrarme en ese abrazo, en esos ojos, en un niño que no es pelirrojo pero eres tú y ese abrazo entre las sombras donde te vislumbro y casi te siento. A todo el mundo le cuento tu voz y tus gritos y se me olvida hablar de lo pequeñas que tenías las manos y de cómo te miraba con tristeza, empatía y ansia pura de comprensión. Porque te miraba para arrodillarme para que quisieras tirar de mí y no hacerme daño porque era como adoración a la virgen y que vieras claramente un te quiero que nunca se me separo de los labios. Envidia pura de romperme las uñas y haber sido yo la llamada, feliz de ser la última en saberlo todo, algo siento mezclado al haber comprendido desde tanto tiempo que algo no estaba bien. Culpable de no haber hecho nada. Irresponsable de saber que no supe o pude hacer más. Desde el minuto uno que hablamos y no coincidió en absoluto que algo nos quisiera poner en el camino, hasta verte después de muerto cuando me dijiste que todo estaba bien, que allí tenías paz, que todo era mejor, que querías hablar con nosotros y no habías podido. Lo sabías todo porque eras muy listo, lo sabías todo y nunca supe ni sé si sabré lo que tú pensabas y siento que en el fondo de mí te conocía y te pasaba lo mismo. He buscado en otros sitios lo que tu me hubieras podido dar. Como intento de cerrar el círculo, como intento de sentir algo, de hacer que te pudieras quedar. Te siento cerca a veces, no quiero que pase un año, siempre en mi mente tienes un altar. Ojalá todos te hayan perdonado. Ojalá ojalá ojalá. 

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