domingo, 11 de agosto de 2019

LXXXIV


Como las noches más caras de un bar
de strippers, te caía el alcohol por el cuerpo.

Sujetabas mi mano,
que inerte,
seguía cada rumbo de tu anatomía,
tratando de aprender cada curva,
cada palmo, cada beso.

Buscando entre tus yemas un lunar que
te aprendieses,
que decidieras llamar vida a lo que había en mi vaso.
Decidió la vida misma,
cruzarte en mi camino bailando.

Cada movimiento en ese asfalto,
como carreteras mojadas y perdidas,
con el mismo destino deshilachado,
tres almas en pijama desvestidas,
con manos por sus holguras apretando.

El vaso de vino se vació rapidamente,
sin ser caro, ni divino, ni exigente;
pero exhibió espectáculos que nuestro alrededor
nunca habría visto,
tuvimos nuestro universo metido en un hueco entre la gente.

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