He tenido un novio que no me quería besar nunca,
otro que no me soltaba cada vez que nos veíamos,
una rubia que me llevaba de la mano por el centro
y se me caía la cara de vergüenza
He tenido manos caminando por mi espalda
en algún parque
y en algún bar
y en alguna discoteca cerca de los baños.
He tenido besos contra paredes de habitaciones
que ya no recuerdo
o me cuesta recordar,
pero tan suaves y lentos que me cuesta olvidar
lo mucho que duró el tiempo.
He tenido manis que acariciaban mi muslo en sofás que desconocía,
que luego se me hicieron familiares.
Me obligué a ver películas que luego me encantaron
y música que sigo escuchando,
jamás negaré el placer de descubrir música
por tener más cosas de las que hablar con la gente que me gusta.
Cuantos discos me he aprendido en apenas unos días,
cuánto afán por llamar la atención.
No sé cuantas sorpresas habré dado a la gente,
por saberme antes de que me la enseñaran
su canción favorita.
Un día llore en el coche
cuando a mi me paso esto.
Iba con Pablin y hablamos de cantantes,
por una vez en la vida no tuve que fingir quien me gustaba,
diríamos a la vez nuestra canción favorita
y coincidimos.
Fue una señal.
Ahí me di cuenta que lo tenia que dejar fluir.
Nunca odie el amor,
por mucho que le tuviera miedo.
Nunca odie el amor,
siempre,
incluso soltera,
había una parte de mi que no lo soltaba.
Siempre acepté ‘buenas noches’, ‘mi niña’,
‘te quiero’ que a veces significaban poco.
No sentí nunca culpa.
Ni la siento.
A veces incluso echo de menos el desapego,
por lo fácil de gestionarme a mi misma,
por no tener que gestionar a los demás,
pero el egoísmo cansa.
La masturbacion del ego.
No me gusta vivir la vida para mi,
también me gusta preocuparme por el resto
y además tampoco es que me importe
tener sentimientos,
me encanta tenerlos,
de hecho.
Otra cosa de la que no podría prescindir
ni de la que he podido desquitarme
desde que descubrí lo que era ese universo
son los besos.
Que son cosa de dos.
Que se llevan todos mis deseos.