Si pudiera guardar en mi pecho un acento,
pediría un te quiero a mi madre,
a mi padre un consejo,
a mi hermano una canción,
a mi hermana su risa,
a mis primas un insulto inventado,
a mis amigas un brindis,
a mi abuela un mi niña
y a ti,
a ti te pediría que me susurrases al oído:
“llevo tu acento tatuado sin tinta
y cada vez que alguien habla por la calle
y lo siento del Norte me giro
a ver si te encuentro”